jueves, 2 de mayo de 2013

Diario de lectura Como agua para chocolate 2

 
Como agua para chocolate de Laura Esquivel
por Lianne Sánchez
 
Querido Diario:
    Bueno, hoy te hablo para contarte de la asombrosa novela que estoy leyendo. La misma es Como agua para chocolate. Al principio de la novela no entendía la relación entre las recetas y la historia de la novela ya que se me hacía difícil comprender lo que estaba ocurriendo. Pero una vez absorta completamente en el capítulo 1, me di cuenta que cada receta tiene la razón del problema o es parte de un acontecimiento importante en la novela.
 
    Escribo este diario, estando en el capítulo 4 de la novela. La misma se trata de una muchacha llamada Tita, que el mismo destino le ha negado el matrimonio. Ella vive enamorada de Pedro, que le iba a proponer matrimonio. Pero su madre, Mamá Elena, se lo prohibió porque la hija menor (en esté caso Tita) tenía que quedarse cuidando a la madre hasta que esta muriera. Básicamente la historia trata del amor prohibido de Tita y Pedro, a pesar de que Pedro está con Rosaura, la hermana de Tita, forzado por Mamá Elena.
 
    En realidad la novela me enfurece, ya que Mamá Elena está fuera de sus cabales. Aghhh! Cómo se atreve? A ver a su hija infeliz, sufriendo por un amor que puede ser correspondido y ella no lo permite. Tengo ganas de yo misma sacarla del cuento o gritarle para que ella reaccione. No es justo, y como Rosaura puede ver a su hermana sufriendo por el hombre que ama y es tan descarada de estar con él. Pero a la misma vez me emociona cada vez que Tita y Pedro se miran y tienen momentos apasionados llenos de fuego y de amor verdadero.
 
     Me encanta lo que llevo leyendo hasta el momento. Sufro cada vez que ella sufre, cada vez que ella ama, yo amoo. Es como una conexión que siento con la novela. Cada vez que cocinan siento que me llegan hasta los olores de la cocina. Creo que se debe a la gran exageración de todo lo que ocurre.
 
    Mi parte favorita hasta ahora es cuando Pedro la abraza en la boda y le menciona que la ama y que solo se casa con su hermana para estar con ella. Mi parte menos favorita es cuando Mamá Elena quema las fotos de Gertrudis, simplemente porque está trabajando en un burdel. Insolente! Es TU hija. Y todas las veces que le da una paliza a Tita sin razó de ser. Sin que se me olvide la parte que Tita tiene que castrar los gallos para  hacer un plato para la boda. Lo detallaron tanto que me dieron ganas de devolver.
 
     Bueno pero con eso te dejo, estoy impaciente por saber lo que ocurre luego. Me voy a leer...

Diario de lectura El beso de la mujer araña

El beso de la mujer araña de Manuel Puig
por Gabriela Avilés Girón

Esta novela de Manuel Puig relata la historia de dos presos que comparten una celda. Uno de ellos es el homosexual Luis Molina, que fue acusado por tener relaciones con un menor, y el otro prisionero es Valentín Arregui, un revolucionario político. La historia se interpreta a través de los diálogos de los personajes, pues hay una ausencia de la voz narradora. De primera instancia, los personajes no se llevan. Pero al pasar el tiempo, ambos comienzan a conocerse más a fondo por medio de las películas de amor que cuenta Molina y la terrible enfermedad que le da a Valentín, donde Molina se ve obligado a ayudarle. Por otra parte, la policía utiliza a Molina para sacarle información a Valentín sobre su grupo revolucionario en cambio de su libertad, pero este no suelta ni una palabra pues termina encariñado de Valentín. De hecho, ambos, de una forma u otra, terminan enamorados. Finalmente, dejan a Molina libre, pero este fue asesinado durante un favor que le estaba haciendo en secreto a Valentín relacionado a su grupo revolucionario.

Al principio, no le encontré el sentido a la novela. No fue hasta que llegué a la conversación de Molina con el Director que entendí que la novela no trataba únicamente de unos prisioneros contándose películas en una celda. En muchas partes la encontré jocosa, aunque a veces un poco tediosa. Se me hizo muy fácil comprender las historias contadas y no me confundí mucho con la cuestión de los diálogos, pues era muy accesible para distinguir quién era quien. Lo más complicado para mí fue entender lo que yo creo ser los pensamientos de los presos, que eran escritos en bastardillas. No les encontré el sentido fácilmente ni la relación a la historia. Aún así, la historia me pareció una interesante y hasta cierto punto, conmovedora.

Lo más que me impactó de la novela y, a la vez, no me gustó, fue el final. Realmente no esperaba que asesinaran a Molina. Me pareció muy triste, ya que inexorablemente me encariñé con Molina y su sensibilidad hacia las cosas y sus ocurrencias raras. También me pareció injusta su muerte porque él se había negado de un principio a hacer el favor, pero como estimaba a Valentín, pues decidió hacerlo. En cierta forma, visualizaba a Molina como una mujer en sí, no simplemente por el hecho de ser homosexual, sino también por su forma de pensar y actuar. Es por esto que me relacioné un poco más con Molina, aunque coincidí con muchos de los ideales y pensamientos de Valentín. En conclusión, ambos personajes los encontré intrigantes y maravillosos.

La cultura del consumo y el cambio de paradigma de la mujer por Nadja Liz Rivera

             ¿Has caído en cuenta de que vives en una civilización preocupantemente influenciada por el consumo? Según el diccionario de la Real Academia Española, una sociedad consumista es aquella que está basada en un sistema tendente a estimular la producción y uso de bienes no estrictamente necesarios.  ¿Qué me dices?  Por doquier nos vemos atraídos a consumir para estar a la par con quienes nos rodean. Esta superflua tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, generalmente va ligada a la publicidad.  Ambas, van de la mano, divulgando y arraigando un “estereotipo” que, a mi parecer es irreal, de lo que “debe” ser mujer.  Es el medio vicioso de la publicidad misma que, muchas veces seduce, conquista y engaña a la mujer para que se refugie en el consumismo.  Claro, el sexo femenino ha vencido un sinfín de obstáculos desde el comienzo de la humanidad hasta ahora, pero aún el consumo no ha podido ser derrotado en su totalidad.  Pero, es que hoy en día, es prácticamente imposible no verse afectado por la percepción de los medios.  En la televisión, por radio, en Internet, en las redes sociales, incluso en las calles, vemos propaganda que no  solo atrae a la mujer, sino que además la cosifica, para atraer al hombre.            
          Desde nuestra llegada al mundo, se nos inculca a la mayoría de las féminas, y me incluyo, que necesitamos mucho más de lo que algún día lo puede llegar a hacer el género masculino.  Todo sea por el buen cuidado, desarrollo y crecimiento, propio de una mujer.  En primer lugar, ya sea que desde la etapa pueril se nos carga a las niñas de vestiditos, zapatitos, lacitos, cintitas, etcétera.  Entonces, a medida que ha pasado el tiempo, excéntricos modistas y diseñadores han promovido la costumbre de que esto se vaya extendiendo a la complicidad de escoger piezas de vestido entre colores, texturas, diseños, marcas, tamaños, precios, procedencias, para cada estación del año (en otros países), y para cada ocasión.  Por otro lado, desde épocas antiguas, remontándonos a Cleopatra, por mencionar una, las mujeres han recurrido al uso de un sinnúmero de recursos para el cuidado corporal.  Lociones para la piel, cremas para el cabello, maquillajes, que luego las compañías  fueron modificando y proliferando a gusto: para la cara, los ojos, el cuello, los brazos, las manos, las piernas, los pies, para el verano o el invierno. Para uso diurno o nocturno, diferentes edades, diferencia de tez, diferentes texturas de cabello, diferentes fragancias, para cualquier tipo de presupuesto. ¡Los medios en acción!          
           Estamos conscientes que, desde el inicio, la mujer es quien, generalmente, se ha ocupado de atender el bienestar doméstico de su familia.  Un excelente ejemplo son las indígenas taínas que, muy bien sabemos, versátilmente se encargaban de los niños, preparar la alimentación, los quehaceres en el campo y en el hogar.  Tareas incesantes, ¿no?  Por lo que podrá parecer una bendición la llegada de enseres electrodomésticos como la lavadora, el refrigerador, la estufa, el horno, las licuadora, trituradoras, procesadoras de comida, etcétera.  ¿A qué mujer no le gustaría alivianar el duro trabajo del hogar?  La que así lo quiera, que lo pague.  Es entonces cuando el mercado, de igual forma, diversifica estos instrumentos por materiales de fabricación, complejidad, diseños, colores, precios y muchos más usos.  Pero, las grandes empresas no solo han minimizado las tareas de la casa con enseres, sino que hasta los comestibles han logrado manipular. Contamos con alimentos PRE: prelavados, precortados, precocidos, preparados.  Así es como, en mi opinión, todo lo antes mencionado pasa de ser un lujo, a ser una ominosa necesidad.            
          La autoestima de la mujer puede verse trascendentalmente afectada por la publicidad.  ¿Por qué sólo se les da promoción a jóvenes delgadas, atractivas, provocativas en los medios?  Porque ese modelo cosificado es el que se pretende que la mujer anhele ser y, así, vender.  De hecho, tomando como referencia un estudio realizado por la marca Dove, los resultados fueron que la palabra belleza es utilizada casi única y exclusivamente como una definición de “atractivo físico”.  Una definición emitida por la publicidad y, peor aún, a su vez, asimilada por la cultura moderna.  Es este ideal de belleza el que utilizan muchas mujeres para determinarse a sí mismas.  Su ambición por alcanzarlo resulta, en ocasiones, en grandes fiascos ya que el producto deseado puede parecer inasequible.  Aquí vemos como consecuencia la obsesión de algunas chicas con las costosas cirugías plásticas, los salones de belleza, enfermedades como la bulimia y la anorexia, entre muchísimas otras cosas. Una apariencia agradable podrá ser parte intrínseca para atraer al sexo masculino e, inclusive, para encajar en el género propio. Sin embargo, se ha promovido erróneamente el consumismo para aprovecharse de esto.
            Es evidente que, como seres humanos, debamos consumir productos o servicios en algún punto.  No obstante, debemos evitar hacer un hábito de ello.  En cuanto a  nosotras, no podemos permitir que el mercado nos imponga tener tal o tal cosa para ser denominadas mujeres.  Rompamos con el viejo y machista paradigma, como en el fragmento de la escritora, Agnes Cripps: “...Educad una mujer y educaréis una familia”. Sí, eduquémonos, señoritas, pero a no depender del consumismo para definirnos.  Aprendamos a ser esa mujer hipermoderna que Gilles Lipovetsky llama “la tercera mujer”. “Una fémina que ha conquistado el poder de disponer de sí misma y que decide sobre su propia vida. Tanto es así que quiere triunfar en todos los aspectos de su vida, tanto en el personal, el familiar como en el profesional...”.  Promovamos la naturalidad y la simplicidad de le belleza femenina.  Reduzcamos la supremacía y el poderío de la publicidad.  No perdamos esa esencia individual y particular que nos hace sentirnos como lo que realmente somos, mujeres grandiosas.